Viajar a Nápoles
El estilo rudo de Nápoles parece haberse convertido en su principal cualidad. La tercera ciudad más grande de Italia descansa en brazos del mar Tirreno y representa el encanto del sur de Italia.
Una ciudad de marcada impronta comunitaria, identidad cultural sin ostentación y pletórica arquitectura, que puede mostrar tantas caras como contradicciones: de las pobres bassi de la bulliciosa Spaccanapoli (la Ciudad Vieja, declarada Monumento del Patrimonio Cultural Mundial de la Unesco) a las ricas mansiones de Vomero y los aristocráticos chalés de Posillipo. De los mercados populares de pescado y la ropa tendida que corona las umbrías callejas a los palacios, castillos y catedrales que elevan su legendario esplendor.
Eterna, al igual que la vecina Roma, fue fundada por los griegos pero conquistada por los romanos, se acostumbró a temblar bajo el Vesubio que se tragó a Pompeya, fue nombrada reino, emitió su brillo cultural durante la Ilustración, se unió a Sicilia, fue herida por el fuego de la II Guerra Mundial y en los últimos años vive su apogeo como centro empresarial.
La ciudad que sedujo a Ernest Hemingway y Pablo Neruda, la ciudad que dio a luz a la belleza de Sofía Loren, la ciudad que canta al son de la mandolina y la ópera y se entusiasma viendo el fútbol es, sin lugar a dudas, eternamente maravillosa.
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